Paciencia parte I
LA
PACIENCIA
La
paciencia
es la actitud que
lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades
para conseguir algún bien. De acuerdo con la tradición
filosófica, "es la constancia valerosa que se opone al mal,
y a pesar de lo que sufra el hombre
no se deja dominar por él.
La
paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un
simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y
las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo
progreso interno. Disfrutar de cada instante sólo es posible con
unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos
permitirá vivir sin prisas. La paciencia nos permite ver con
claridad el origen de los problemas y la mejor manera de
solucionarlos.
La
paciencia es la virtud por la que soportamos con ánimo sereno
los males y los avatares de la vida, no sea que por perder la
serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a
conseguir otros mayores.
La
paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las
personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas
sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente
de uno, hay que darles tiempo.
La
persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a
permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías,
triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la
vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de
armonía. Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en
primer lugar, con uno mismo.
Paciencia también con quienes nos relacionamos más a
menudo, sobre todo si, por cualquier motivo, hemos de ayudarles en su
formación, en su enfermedad. Hay que contar con los defectos de las
personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por
superarlos-, quizá con su mal genio, con faltas de educación,
suspicacias... que, sobre todo cuando se repiten con frecuencia,
podrían hacernos faltar a la caridad, romper la convivencia o hacer
ineficaz nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la
reflexión nos ayudará a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando
sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír,
dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que
nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.
Paciencia
con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la
enfermedad, la pobreza, el excesivo calor o frío... los diversos
infortunios que se presentan en un día corriente. Son las
adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a
reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha
de poner la paciencia.
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