Venganza

VENGANZA

La venganza consiste primordialmente en el desquite contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida, persigue un objetivo más injurioso que reparador. El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió, o asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer dichos daños otra vez. La venganza es un acto que, en la mayoría de los casos, causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasiona el antecedente factor. Es interesante saber que los psicólogos han descubierto que la frustrada expectativa psicológica de venganza puede llevar a la victimización. Cuando tenemos enojo, y sólo piensamos en vengarnos; el odio nubla la razón y el deseo de cobrase revancha engendra una motivación tan intensa como peligrosa.
¿DÓNDE NACE EL DESEO DE VENGANZA?
Nace del rencor que genera un acto que nos lastimó y que nos motiva a herir de igual manera o peor a quien realizó el mismo. Nació con la civilización misma y se ha ido aplicando a lo largo de los años como una forma de compensar o castigar un crimen y en su concepción está muy arraigado el concepto de lo justo; la venganza estaba aceptada en las sociedades como una manera de impartir justicia. Con el desarrollo de sistemas legislativos y judiciales, el aplicar la justicia dejó de ser una cuestión “personal”, para convertirse en un asunto que compete, a la autoridad.
VENGANZA: DULCE PERO DAÑINA
El sentimiento obtenido por la satisfacción de haber conseguido vengarse se llama desquite, y en él percibimos el cumplimiento de la venganza. El desquite es un sentimiento que produce satisfacción y placer, y por ello se dice que “la venganza es dulce”. Dulce, sí, pero dañina. Dañina para la persona que la lleva a la práctica. La venganza es dañina porque en la práctica no se da de forma pura, ni paga un mal con otro mal en una proporción justa. Cuando se lleva a cabo, nuestra percepción ya posee otros sentimientos y emociones que originan, reacciones desproporcionadas al mal sufrido, o al mal que creemos haber sufrido. El impulso a vengarse se complica cuando está presente también el sentimiento del odio. Cuando éste interviene, ya no se desea únicamente pagar un daño con un daño similar, sino destruir al objeto odiado. La persona que odia percibe a ese alguien odiado como desempeñando un papel capital en su mundo. El odio hace que el individuo se mueva continuamente hacia el objeto odiado con el fin de destruirlo. Una persona no puede gustarle a todo el mundo o nos no puede caer bien, pero para ser objetos de una venganza, es necesario que esta persona crea que le hemos hecho daño. Es decir no es necesario que el agravio haya sido real para que algunas personas se sientan  perjudicadas, con el dolor que tienen les alcanza y les sobra. El problema es que a veces muchas personas no saben distinguir la desdicha infligida de la autoprovocada. El vengador se constituye como tal y decide impartir justicia porque se cree una víctima. En realidad cuando una persona crea su propio infortunio, su historia personal lo hace susceptible y lo lleva a interpretar las cosas de una manera hostil y le produce sufrimiento y como él sufre buscará que el otro sufra tanto como él.
Diversos estudios científicos han demostrado que en el cerebro humano se activan los centros de placer al pensar en la venganza del mismo modo que ocurre cuando deseamos comidas dulces. A quien preguntemos por qué alguien buscaría venganza, nos responderá, seguramente, que para hacer catarsis, pero según diversos estudios suele ocurrir exactamente lo contrario. Es lo que se llama la paradoja de la venganza. Venganza y perdón son dos pasiones actuales que es preciso elaborar. Las dos producen placer pero el del perdón es más sabroso que el de la venganza.
Pero la venganza, como decíamos al inicio puede ser dulce mientras pensamos en ella, mientras la planeamos, pero según estudios psicológicos no deja un buen gusto cuando se ha consumado, no provoca alivio. Según opinan los psicólogos evolucionistas la evolución ha creado este tipo de comportamiento, haciéndonos creer, como individuos, que la venganza será dulce, pero no lo es así, sin embargo, a nivel sociedad habrá funcionado a pesar de que al individuo no lo haya hecho sentirse bien. La gente que suele ser más vengativa es aquella motivada por el poder, la autoridad, y por el deseo de estatus. Son los que no quieren perder su posición, por lo que deben dar el ejemplo de que no se metan con ellos. Pero fue don Vito Corleone, el Padrino, también quien dijo “Hablas de venganza. ¿Va la venganza a devolverle a su hijo? ¿Va a devolverme a mí el mío”. Según las conclusiones de diversos estudios psicológicos, el evitar la venganza, ayuda a que nos olvidemos del asunto, y que lo trivialicemos, mientras que si nos vengamos, ya no será algo trivial, y no lo podremos olvidar, a pesar de que hayamos hecho pagar a quien nos causó un daño.
La mejor venganza será el perdón y el olvido, deben existir otras opciones, pero creo que éstas son muy eficaces.









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